domingo, 17 de enero de 2010

Un sindios


Hoy ha sido un día realmente duro. Lo primero es que trabajar en turno de fin de semana ya es difícil de por si, ya no por el turno sino por las jornadas super intensivas que pasamos en el trabajo. Lo de madrugar siempre se ha dado mal y soy bastante dormilona pero este trabajo que tengo me hace estar siempre en alerta y puedo aguantar 12 horas del tirón sin dormirme ni siquiera después de comer.
La noticia del día, el terremoto de Haiti y sus muertos y su olor descomposición y las moscas y los hospitales colapsados y el sensacionalismo de los medios de comunicación tampoco han ayudado mucho, la verdad. He intentado no ver imágenes del terremoto estos días y trabajando en televisión es difícil pero casi lo había conseguido hasta hoy que, obviamente, no me ha quedado más remedio. Y me parece tremendo que hayamos tardado tres días en ver la ayuda en Puerto Príncipe después de ver los cadáveres, las ruinas y la miseria de esta pobre gente que tiene la mala suerte, por llamarlo de alguna forma, de vivir en el país más pobre de Latinoamérica.
Me ha dolido escuchar a periodistas hablando de miembros amputados e incorporando en sus videos imágenes de niños llorando de dolor. Lo veo innecesario y no es por querer evitar el dolor de los demás ni por querer estar ciega a la desgracia haitiana, es por el puro sentido común de que estamos obviando algo muy grave: la ayuda internacional ha tardado tres días en llegar.
Os recomiendo, igual que mi compañero Javier Gómez me ha recomendado a mi, que leáis las crónicas del periodista de El País Pablo Ordaz. Deja claro que los periodistas sobramos cuando nos confunden por médicos y nos piden medicinas para calmar el dolor. Tenemos la obligación de informar porque ese es nuestro trabajo, pero me da la sensación de que nos estamos recreando demasiado en los detalles más escabrosos del desastre y nos estamos olvidando (hablo en general) de la necesidad que impera ahora en Haiti.
No soy diplomática ni dirijo ningún organismo internacional ni ninguna ONG (que por cierto están haciendo un gran trabajo y un tremendo esfuerzo para ayudar a los hatianos), pero estoy echando de menos a la ONU e incluso a la OTAN con sus helicópteros que supongo tienen más facilidad para acceder a esta zona del mundo que huele a muerte. Y no busco arreglar el mundo desde este espacio, sólo es una reflexión de una periodista que está triste y que con informaciones como las que he visto hoy en alguna televisión aborrece un poco más esta profesión, o lo que queda de ella.

1 comentario:

Crónicas Marianas dijo...

Hola, preciosa. Gracias por tu comentario en mi blog. Me acabo de dar una vuelta por los tuyos, pero que cosas tan bonicas que hacéis.Y sobre este desastre de Haití, no puedo añadir nada más a lo que escribes. Nosotros también nos hacemos esa pregunta, ¿no es impúdico mostrar hasta la saciedad en primerísimos primeros planos a estas víctimas en tal estado de miseria y fragilidad? Mucho ánimo para el fin de semana. Niña a ver si te pasas un día. Montones de besos. Mariana