viernes, 15 de enero de 2010

Tierra de nadie



Dice el comisario de la exposición que Pierre Gonnord (Cholet, 1963) es un escrutador de almas. Y en parte le doy la razón, aunque es más fácil llegar a las almas de los que fotografías y de los que ven esas fotos en gran formato cuando el que posa es un minero lleno de carbón con nombre ruso y/o yugoslavo, una señora de cien años con bigote, uñas negras y ojos hundidos y un jubilado con chaqueta de pana, claro nostálgico del comunismo. Cuando miras los ojos de esas señoras del norte de España, de los pueblos más profundos de nuestro país, cerca de la frontera con Portugal te recorre un escalofrío y sientes un poco de repelús. En parte porque te imaginas lo que han visto esos ojos, probablemente más a través a televisión que de lo que han vivido en su propia casa.

En la exposición “Terre de personne”, que podemos ver gratis en Alcalá 31, hay una fotografía que nunca podré borrar de mi retina porque este gran fotógrafo apadrinado por Madrid ha conseguido que pueda sentir el olor de esa mujer. Es casi un fantasma. Apenas la ha iluminado. Estoy segura de que es viuda y de que su vida es rutinaria, como no puede ser de otra forma en un pueblo de monte. Está abrigada, viste de negro y la cámara y la iluminación marcan las distancias. Y es lo primero que te encuentras cuando llegas a la muestra, después de poner el paraguas en una bolsa de plástico y pasar el control de seguridad. Realmente da un poco de miedo. Es altiva, o al menos le enseñaron a posar de esta manera en las fiestas del pueblo y lo más seguro es que viva sola y salga poco de casa porque su cara está llena de arrugas pero no parece que le haya dado mucho el sol últimamente.

Me gustan los retratos de Pierre Gonnord y me gusta la intención que pone en su exposición al alternar las fotos de esta gente (merecen mucho la pena las fotos de los mineros) con incendios, rocas y océanos. Destrucción y naturaleza con la mirada del paso del tiempo curtida con los años y la historia, o con la necesidad. Me gusta porque me recuerda un poco a los retratos de Goya, pero sin pasarse. Están posando, aparentemente de forma natural pero son fotos con intención, igual que aquellas que sacó a las geishas y que son tan geniales.

No se mucho de técnica fotográfica, lo justo, pero me gusta cómo ilumina sus miradas. Me transmite muchas cosas. Y eso compensa a las fotos de los paisajes que, para mi, no son tan brillantes. Y no hacía falta la excusa de haber ganado el Premio de Cultura de la Comunidad de Madrid en 2007. Sea como sea merece ver esta muestra. (17 diciembre 2009 - 28 febrero 2010. Sala Alcalá 31 – Madrid)

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