domingo, 21 de marzo de 2010

Hazme reir (sin que te lo tenga que pedir)


Ayer vi una película que me gustó mucho. Trata sobre las entrañas del amor, pero en una trama psicológica muy interesante donde se van descubriendo las necesidades que cada uno tiene en sus relaciones personales. El amor no es suficiente, aunque es el pilar de nuestra vida. En "Lantana" he redescubierto la importancia de la pasión, la lealtad y la reciprocidad. Parece una tontería porque esto debería tenerlo claro, sobre todo después de haber pasado por una relación larga, alguna esporádica y unos cuantos amores de barra, pero el cine tiene estas cosas, que nos lo hace más fácil y nos ayuda a entenderlo casitodo con historias de las que nosotros mismos podríamos ser protagonistas. En esta cinta los protagonistas apenas ríen. Sólo un matrimonio, al que le faltan muchas cosas, pero que tiene otras que son suficientes para sentirse felices. Se hacen reir el uno al otro.
Precisamente hoy le comentaba a mi compañera Ana lo importante que es para mi que alguien me haga reir. Pasamos la vida corriendo, con responsabilidades en casa y en el trabajo, con poco tiempo para disfrutar de los nuestros. Y de repente alguien aparece ahí, en tu camino, como una setilla, te dice cuatro cosas y te hace reir. Entonces te planteas si eres feliz, porque hace tiempo que no te hacían reir así y te das cuenta de que riendo así eres más feliz. De que esa Persona te hace feliz. Y lo hace sin que le pidas que te haga reir, porque sin darte cuenta la Persona ha descubierto que lo necesitas. Y la coraza que parecía de hierro resulta que es de latón. Menuda sorpresa.

sábado, 20 de marzo de 2010

Lo esencial es invisible a los ojos



Fue entonces que apareció el zorro:
- Buen día - dijo el zorro.
- Buen día – respondió cortésmente el Principito, que se dio vuelta pero no vio a nadie.
- Estoy aquí – dijo la voz –, bajo el manzano...
- ¿Quién eres? – dijo el Principito. – Eres muy bonito...
- Soy un zorro – dijo el zorro.
- Ven a jugar conmigo – le propuso el Principito. – Estoy tan triste...
- No puedo jugar contigo – dijo el zorro. – No estoy domesticado.
- ¡Ah! Perdón – dijo el Principito.
Pero, después de reflexionar, agregó:
- ¿Qué significa "domesticar" ?
- No eres de aquí – dijo el zorro –, ¿qué buscas ?
- Busco a los hombres – dijo el Principito. – ¿Qué significa "domesticar" ?
- Los hombres – dijo el zorro – tienen fusiles y cazan. ¡Es bien molesto! También crían gallinas. Es su único interés. ¿Buscas gallinas?
- No – dijo el Principito. – Busco amigos. ¿Qué significa "domesticar"?
- Es algo demasiado olvidado – dijo el zorro. – Significa "crear lazos..."
- ¿Crear lazos?
- Claro – dijo el zorro. – Todavía no eres para mí más que un niño parecido a otros cien mil niños. Y no te necesito. Y tú tampoco me necesitas. No soy para ti más que un zorro parecido a otros cien mil zorros. Pero, si me domesticas, tendremos necesidad uno del otro. Tú serás para mí único en el mundo. Yo seré para ti único en el mundo...
-Comienzo a entender - dijo el Principito. – Hay una flor... creo que me ha domesticado...
- Es posible – dijo el zorro. – En la Tierra se ven todo tipo de cosas...
- ¡Oh! no es en la Tierra – dijo el Principito.
El zorro pareció muy intrigado:
- ¿En otro planeta ?
- Sí.
- ¿Hay cazadores en aquel planeta?
- No.
- ¡Eso es interesante! ¿Y gallinas?
- No.
- Nada es perfecto – suspiró el zorro.
Pero el zorro volvió a su idea:
- Mi vida es monótona. Yo cazo gallinas, los hombres me cazan. Todas las gallinas se parecen, y todos los hombres se parecen. Me aburro, pues, un poco. Pero, si me domesticas, mi vida resultará como iluminada. Conoceré un ruido de pasos que será diferente de todos los demás. Los otros pasos me hacen volver bajo tierra. Los tuyos me llamarán fuera de la madriguera, como una música. Y además, mira ! Ves, allá lejos, los campos de trigo ? Yo no como pan. El trigo para mí es inútil. Los campos de trigo no me recuerdan nada. Y eso es triste ! Pero tú tienes cabellos color de oro. Entonces será maravilloso cuando me hayas domesticado ! El trigo, que es dorado, me hará recordarte. Y me agradará el ruido del viento en el trigo...
El zorro se calló y miró largamente al Principito:
- Por favor... ¡domestícame! – dijo.
- Me parece bien – respondió el Principito -, pero no tengo mucho tiempo. Tengo que encontrar amigos y conocer muchas cosas.
- Sólo se conoce lo que uno domestica – dijo el zorro. – Los hombres ya no tienen más tiempo de conocer nada. Compran cosas ya hechas a los comerciantes. Pero como no existen comerciantes de amigos, los hombres no tienen más amigos. Si quieres un amigo, ¡domestícame!
- ¿Qué hay que hacer? – dijo el Principito.
- Hay que ser muy paciente – respondió el zorro. – Te sentarás al principio más bien lejos de mí, así, en la hierba. Yo te miraré de reojo y no dirás nada. El lenguaje es fuente de malentendidos. Pero cada día podrás sentarte un poco más cerca...
Al día siguiente el principito regresó.
- Hubiese sido mejor regresar a la misma hora – dijo el zorro. – Si vienes, por ejemplo, a las cuatro de la tarde, ya desde las tres comenzaré a estar feliz. Cuanto más avance la hora, más feliz me sentiré. Al llegar las cuatro, me agitaré y me inquietaré; ¡descubriré el precio de la felicidad ! Pero si vienes en cualquier momento, nunca sabré a qué hora preparar mi corazón... Es bueno que haya ritos.
- ¿Qué es un rito? – dijo el principito.
- Es algo también demasiado olvidado – dijo el zorro. – Es lo que hace que un día sea diferente de los otros días, una hora de las otras horas. Mis cazadores, por ejemplo, tienen un rito. El jueves bailan con las jóvenes del pueblo. Entonces el jueves es un día maravilloso ! Me voy a pasear hasta la viña. Si los cazadores bailaran en cualquier momento, todos los días se parecerían y yo no tendría vacaciones.
Así el Principito domesticó al zorro. Y cuando se aproximó la hora de la partida:
- ¡Ah! - dijo el zorro... - Voy a llorar.
- Es tu culpa – dijo el Principito -, yo no te deseaba ningún mal pero tú quisiste que te domesticara.
- Claro – dijo el zorro.
- ¡Pero vas a llorar! – dijo el Principito.
- Claro – dijo el zorro.
- ¡Entonces no ganas nada!
- Sí gano –dijo el zorro – a causa del color del trigo.
Luego agregó:
- Ve y visita nuevamente a las rosas. Comprenderás que la tuya es única en el mundo. Y cuando regreses a decirme adiós, te regalaré un secreto.
El Principito fue a ver nuevamente a las rosas:
- Ustedes no son de ningún modo parecidas a mi rosa, ustedes no son nada aún – les dijo. – Nadie las ha domesticado y ustedes no han domesticado a nadie. Ustedes son como era mi zorro. No era más que un zorro parecido a cien mil otros. Pero me hice amigo de él, y ahora es único en el mundo.
Y las rosas estaban muy incómodas.
- Ustedes son bellas, pero están vacías – agregó. – No se puede morir por ustedes. Seguramente, cualquiera que pase creería que mi rosa se les parece. Pero ella sola es más importante que todas ustedes, puesto que es ella a quien he regado. Puesto que es ella a quien abrigué bajo el globo. Puesto que es ella a quien protegí con la pantalla. Puesto que es ella la rosa cuyas orugas maté (salvo las dos o tres para las mariposas). Puesto que es ella a quien escuché quejarse, o alabarse, o incluso a veces callarse. Puesto que es mi rosa.
Y volvió con el zorro:
- Adiós – dijo...
- Adiós – dijo el zorro. – Aquí está mi secreto. Es muy simple: sólo se ve bien con el corazón. Lo esencial es invisible a los ojos.
- Lo esencial es invisible a los ojos – repitió el Principito a fin de recordarlo.
- Es el tiempo que has perdido en tu rosa lo que hace a tu rosa tan importante.
- Es el tiempo que he perdido en mi rosa... – dijo el Principito a fin de recordarlo.
- Los hombres han olvidado esta verdad – dijo el zorro. – Pero tú no debes olvidarla. Eres responsable para siempre de lo que has domesticado. Eres responsable de tu rosa...
- Soy responsable de mi rosa... - repitió el Principito a fin de recordarlo.

(El Principito, Capítulo XXI)

viernes, 19 de marzo de 2010

Piscinas de bolas para padres


Hola pápá, feliz día del padre. ¿Dónde comemos hoy?

El padre, cansado del trabajo de la semana y poniendo la vista en un largo fin de semana, piensa en algo fácil, o bonito tal vez... Pero el resto ya ha tomado la decisión por él: nos vamos al centro comercial.

Maldita sea... ¿No sería más divertido que mis hijos me hicieran una quiche de jamón y queso? Todos como borregos al centro comercial más cercano. Que no es suficiente con el estrés que pasamos toda la semana, corriendo de un lado a otro, con prisas, al cole, al trabajo, a baloncesto, a inglés, a coger a la niña, a hacer la compra, a casa, a bañarse... Y hoy, que es mi día me llevan junto al resto, o los restos, de los padres a hacer una cola de una hora a un centro comercial. Y digo cola de una hora porque todas las familias de la zona también han debido pensar que era muy espcial ir a Gino's a comer y que por lo tanto no iba a ser difícil encontrar sitio debido a tan original idea.

Bueno, piensa la madre, si no hay sitio en el Gino's nos vamos al Mc Donald's que es más barato y los críos se entretienen con el regalo de la hamburguesa y la "jaula" de bolas de colores. Total, ¿para qué sirve el Día del Padre? Le damos la corbata y la colonia, y todos tan contentos...

¿Y lo divertido que sería llevar a tu padre a una piscina de bolas gigante?

Familias del mundo, os propongo planes alternativos para este día inventado por el cristinianismo y alentado por El Corte Inglés. Aún estáis a tiempo, quedan unas cuantas horas para disfrutar de papá antes de que se eche la siesta o termine hasta las narices del ruido del Mac Donalds... Llévale a una piscina de bolas y juega con él. Hazle un bizcocho de limón y nata. Sal a la calle y pasead. Regálale un libro. Cuéntale cómo te va en el curro o los problemas que rondan tu cabeza...

Haz lo que sea para aprovechar este festivo que otros pasamos en la oficina... Haz cualquier cosa, pero no le lleves nunca más a un centro comercial. Él nunca lo haría.

miércoles, 17 de marzo de 2010

Sol, solito, caliéntame un poquito


Qué gustazo, por favor. Mira que me gusta el invierno, pero necesitaba el sol en mi vida, tanta oscuridad me estaba matando. Y es que el sol nos regala bienestar, nos guste o no. El martes fui a hacer la compra semanal y cuando volvía para casa me fijé en las terrazas de la calle Argumosa. Pensé en lo agusto que estaría tomándome un vino mientras el sol resplandecía sobre mi cogote, así que eso hice... Fue una sensación de libertad absoluta. De felicidad. Me sentí viva mientras saboreaba un cigarrillo, un vino blanco y cuento de Cortázar... Por fin, llega la primavera. Mis hormonas ya están preparando el confeti.

jueves, 11 de marzo de 2010

RECUERDOS DE CERCANÍAS


Hace seis años cambió nuestra vida, lo queramos o no. Recuerdo que eran las 8.30 de la mañana, aproximadamente, ese día había huelga de estudiantes y me tocaba cubrir unas vacaciones en una revista para la que trabajaba como becaria. Llegaba tarde. Iba con prisa. Saqué el billete dirección Alcalá de Henares, me di cuenta de la equivocación y fui a la ventanilla a cambiarlo. Mientras tanto en la megafonía de esa estación de Cercanías de Fuenlabrada una voz metálica advertía de que había retrasos en los trenes por una incidencia en Atocha. De incidencia pasó a atentado terrosista. Me llamó mi madre, se iba la cobertura. No conseguía hablar con el trabajo. Cónseguí hablar con mi madre que me decía que ETA había puesto un coche bomba en Atocha....
Recuerdo más esos momentos que el resto del día, en la redacción, viendo el Canal 24 Horas y las imágenes que a todos se nos quedaron en la retina. Conservo los periódicos de ese día (ediciones vespertinas) y los del día siguiente. Y el justificante que me hizo Renfe para presentar en el trabajo...
Y creo que el 11M marcó un antes y un después en todos los sentidos, desde la forma de tratar de la información de los medios de comunicación, hasta la forma de tratar a las víctimas de sucesos como este. Hoy no sacaríamos en portada la imagen de una mujer muerta plastada por los restos de un cercanías en la estación de El Pozo. Pero hoy sí persiguiríamos el testimonio hasta la saciedad. Nos dejó consternados pero, para bien o para mal, aprendimos de ello.
Desde que vivo en el centro de Madrid no uso el cercanías. Sólo de vez en cuando cuando bajo al sur a visitar a amigos de aquella época. Pero no puedo evitar, siempre que lo cojo en Atocha, acordarme de esa imagen, la imagen. Creo que el miedo, pese a tornar en valentía al gritar por la libertad y la paz, sigue en los trenes de Madrid. Miedo que a mi me entra también, cuando veo que seis años después las víctimas no se ponen de acuerdo, por ideología política o por lo que sea que no sabemos.

miércoles, 10 de marzo de 2010

Cómo ser tú y no morir en el intento

Parecía que la primavera había llegado a Madrid, pero entre la ciclogénesis explosiva, el nuevo frente frío y las lluvias, volvía a ser invierno. Al salir a la calle sentí frío, pero era normal, a las 22.30, una noche de marzo, y con un vestido escotado, es lo menos que podía sentir. Esa noche había que ir guapa y sabía que, en el fondo, el frío era sólo algo superficial.
Frío en la calle. Calor en el Metro. Calor en mi cabeza. Frío en los pies. Me pasa siempre que estoy nerviosa, no lo puedo evitar. Así que puse en práctica los trucos de la respiración, por aquello de lo aprendido en yoga años atrás y tal... Respirar... inspirar.... respirar... inspirar.... fuera nervios... inspirar... expirar... ah no... inspirar... Total que no se me fueron los nervios hasta que le vi.
El chico del metrochentayseis y su sonrisa desconocida me estaban esperando con un halo de calor. De repente me ardían los pies. Todo va a ir bien. Inspirar... Sé tú misma. Aunque con esas piernas, como salga corriendo será difícil alcanzarle... Sé tú misma. Me ha sonreído, va bien. Fue bien. Y por si os interesa saberlo, no morí en el intento.