Me dolía mucho el pecho desde hacía 4 días. Pinchazo en el corazón. Pinchazo en las costillas. Pinchazo en el cuello. Pinchazo en la espalda. El sábado ya no pude más y fui a urgencias del Gregorio Marañón. Tras una breve discusión con la señora de la recepción que me bronqueó por no tener tarjeta sanitaria y un breve reconocimiento de pulsaciones y tensión (todo bien, gracias), me toca esperar. Sólo fueron 10 minutos.
-¿Lorena Gracia?
-Soy yo- digo.
-Si está bueno el médico y todo, y me va a tener que ver medio en bolas. Mierda- pienso.
-Pasa. Siéntate en la camilla. Cuéntame qué te pasa.
Se lo cuento. Me mira. Piensa.
-¿Has tenido estrés últimamente?
-Pues sí pero tú me lo podrías quitar, aquí mismo además- pienso.
-Pues... estoy con una mudanza, mi trabajo no es nada relajante y soy hiperactiva. - le digo.
Como mi explicación no le convene me pregunta 3 veces si estoy embarazada o podría estarlo.
-¿Estás embarazada o podrías estarlo?
-Pues no.
-¿Estás segura?
-Claro.
-¿Estás segura, segura?
-¿Tengo cara de estarlo? ¿Lo dice porque parezco una mesa-camilla?-pienso
-Segurísima, como no sea por por obra del Espíritu Santo...
-Está bien, te voy a hacer una pruebas para descartar cosas.
Sala de espera. Electrocardiograma, valium y pinchazo en el culo. Sala de espera. Rayos X. Sala de espera. Menos mal que un hombrecillo con aspecto de huevo que dice haber nacido el 7 de enero de 1931 me entretiene con sus comentarios. Médico buenorro.
-Tienes ansiedad.
-¿No me digas?- pienso.
-Ah, pues yo no me noto nerviosa.
-Pues sí.
Patada en el culo. Salgo de urgencias con una receta para poder comprar drogas en la farmacia. Valium.
-Qué bajo hemos caído- pienso.
Moraleja: pensar demasiado, es tontería.