domingo, 7 de noviembre de 2010

Desengaño religioso

(Publicado en La Gata Flora, mi blog de La Sexta Noticias)

No me gusta este Papa. De Juan Pablo tengo buenos recuerdos porque la verdad es que era majete y me tocó cuando yo era una aspirante a beata. Los domingos, en misa de 11, era monaguilla. Asistía a todas las clases de catequesis, participaba en el grupo de teatro de la Parroquia Nuestra Señora de Lourdes de Tudela y recitaba poemas a la Virgen en fiestas importantes, algo que enorgullecía mucho a mi madre, profesoras y al párroco, que me daba caramelos de limón y naranja y ya más adelante alguna que otra moneda de quinientas pesetas o algún billetico de mil.
Mi primer desengaño amoroso lo tuve con la Iglesia, bueno, con Dios. Fue un drama familiar y cuando el Padre Aurelio me cogió por los hombros y me dijo: “Con Dios estarán mejor” (¿perdona?), perdí la fe. Nunca olvidaré ese instante. Es duro asumirlo, pero así fue. Y nunca me he arrepentido de ello, aunque es cierto que parecemos obligados a creer en algo (porque, ¿en qué creen los que no creen? Esto ya se lo preguntaba Umberto Eco…). Yo no se en qué creo. Supongo que en nadie porque no me aferro a nada cuando quiero tener suerte con cualquier cosa ni me encomiendo a las Atalayas del Norte cuando tengo un problema. Simplemente pienso que las cosas pasan porque tienen que pasar, no porque esté escrito en los escritos ni nada de eso, no… Las cosas pasan, y punto. ¿Podemos influir en los avatares del destino? Esto es una contradicción en sí misma, el destino, destino es.
¿Y por qué os cuento esto? Porque estoy impresionada con el despliegue por la visita de Su Santidad, el emisario de Dios, a Santiago de Compostela… pero pocos decimos que no se está vendiendo el merchandising, que sólo han ido unas veinte mil personas a verle, que los hoteles no están al 100% como se esperaba y que ya no despierta esas pasiones de padre que siempre se han atribuido a esta “figura eclesiástica”. Que me parece bien que venga, igual que el Dalai Lama o el Ayatolá Abdulá (este me lo he inventado), pero no seamostanpesadoshombreyaporfavor.
Y en el momento en que escribo estas líneas, el Papa se va a Barcelona, con el estómago rebosante de pulpo y albariño, con sus zapatos de firma, sus casullas bordadas en oro y su papamóvil. Barcelona la anticlerical, que para eso se proclamó allí una Segunda República
(Apunte histórico: Eibar fue la primera ciudad en izar la bandera tricolor, por mucho que digan los catalanes).

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